Desierto de la Tatacoa, Huila, Colombia |
La brisa limpiaba
mis lágrimas,
Que semejaban
gotas de rocío
En los pétalos de
mis mejillas.
El cielo, aún
dormido,
Adornado de
brillantina
Acariciaba con un
suave murmullo
El soñar de mi
alma.
Todo permanecía
en calma,
Las nubes,
Parecían tumultos
de diáfanos velos,
Que se acumulaban
formando remolinos.
En las faldas de
las nubes,
La niebla se
recostaba,
Refrescando los
pastos esmeralda.
Mi cuerpo se dejó
caer entre hojas,
Mis ojos entre
abiertos
Seguían una tras
una las estrellas
Que danzando se
perdían en el horizonte.
Sentí entonces
sus grandes brazos
Que se extendían
por el firmamento,
Es tan bello, tan
perfecto.
Rozó mi piel con
sus rayos,
Me quedé allí,
quieta,
Para contemplarlo
adornado con la aurora.
Que espectáculo
más bello,
Entre el sonido
del agua,
El trinar de las
aves,
Entre las ramas
se asomaba.
Con mi alma ya
atenta,
Pude entonces
contemplar
El rostro del
sol.Daniela Alejandra González Caicedo
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