Caminaba y no sabía hacia donde, solo sabia que caminaba mientras las calles se llenaban de rojo, mis brillantes zapatos de charol se manchaban, pero yo seguía caminando, aunque mi cuerpo se colmara de carmesí. Y a lo lejos escuché el suave arpegio de una guitarra o era tal vez el silbar de un oboe, que entonaba con dulzura una hermosa melodía de Bach, y se empezaron a dibujar pentagramas en un cielo de terciopelo y descubrí entre sueños, que era aquella Minuet en sol mayor, que un día mi mano interpretó… y lo recordé a él, esperando en el tren de lo utópico, con su violín dentro del forro negro, algo empolvado, como su corazón, que llevaba años sin ser amado. Fue ese momento en el que recordé la razón de mi marcha, debía dirigirme a la estación mas cercana donde él me esperaba, porque huiríamos juntos a un paraíso de sueños, donde olvidaríamos la realidad para construir nuestras vidas cantando canciones de Mercedes Sosa, declamando versos de Bécquer y bebiendo hasta embriagarnos del licor de nuestros labios.
lunes, 17 de mayo de 2010
Caminaba
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