Escuchas mi voz
Y me buscas en el laberinto de tu memoria
Me vuelvo luz en medio de la penumbra.
Dices mi nombre y pones tu mano en mi rostro
Me acerco al tuyo, a tus ojos ya nublados por los años,
A tu pecho, que guarda ese corazón que aún late y me ama.
Me quedo un rato en tu cuello, en ese abrazo que no deseo que se acabe,
No me he dado cuenta y tu mano sostiene la mía, me protejes.
Soy la misma niña que dormía en tu cama,
La que comía en tu mesa, a quien llamabas en fechas especiales.
Dices mi nombre y me agradeces
Pero no sabes que quién más está en deuda soy yo.
Quisiera pedirte perdón por mi ausencia
Pero me pesa en la conciencia saber qué ninguna excusa es suficiente.
Y depronto dejas de verme,
Te has perdido de nuevo entre los pasillos de tu cabeza, ya no estás aquí
Ya no estás aquí y no puedo dejar de llorar
En el desconsuelo que es saber que no me recordarás más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario