miércoles, 23 de marzo de 2011

Extrañarte es

Extrañarte es
Sentir la boca seca
Las manos sin ganas
De escribir

Extrañarte es
No ver el sol
Y esconder la luna
Para dejar solas las estrellas

Es caminar
Por una senda sin flores
Volar en un cielo
Sin nubes
Es estar sentada
En la nada…

Extrañarte es
No poder cerrar los ojos para soñar
Y dejar atrás cada recuerdo
Es dejar de tejer la historia
Extrañarte es…
Es como perderte
Sin abandonarte

No tenerte
Me hace extrañarte
Me hace dejar
Que mi pensamiento
Te siga sin saber siquiera
Donde estás…

Extrañarte es
Dejar que mi piel
Ya no sienta
Dejar que mis ojos
Ya no vean
Impedir que mi voz
Hable…
Es como si mi guitarra
Se rebelara al tocarla
Como si la lluvia
Se negara a mojar mi cara
Como si tú…
Como si tú huyeras de mí

Extrañarte es
Descansar dentro de una pesadilla
Sonreír sin mover los labios
Es derrumbarme
Sin escuchar más tus ánimos

Extrañar es como morir
Pero siguiendo viva
Extrañar es esperarte
Hasta cuando quieras volver

Extrañarte es…
Olvidarme de mí
Extrañarte es…
Preguntarte si me extrañas
Tanto como yo a ti

sábado, 19 de marzo de 2011

La explicación de su Muerte

¿Soy quien imagino?, o ¿soy quien quieren que sea?
Soy una pesadilla, un sueño mal concebido...
Yo soy el pasado, enterrado pero vivo.

Los rayos de sol se filtraban por las cortinas de velo que cubrían los ventanales de la habitación, el sueño que vivía empezó a desgastarse con cada milímetro que sus ojos se abrían. Era una mañana mas, triste, desierta y llena de desasosiego. Los días se habían vuelto así, sin sentido. Su padre pasaba largas temporadas viajando y su madre había muerto por una extraña razón que desconocía, le faltaba tanto esa figura materna. Sentía que al haberla perdido había olvidado cómo jugar a las muñecas y lo que era tener una verdadera amiga. A diferencia de todas las conocidas de su edad, ella había aprendido a vestirse sola, a cuidarse, había crecido sin escuchar consejos de otra mujer. Pero tenía claro que la vida seguía aunque fuera monótona y aburrida.

Después de volver a pensar todo decidió levantarse, sus brazos descubrieron su abdomen y largas piernas, las cuales se movieron con suavidad hacia el borde del colchón, a continuación se sentó y con las puntas de sus pies tocó el frio piso de cerámica. Tomó en su mano derecha una bata para revestirse y con pasos lentos fue hacia el baño. El agua se deslizaba suavemente sobre una tinaja de plata, su cuerpo ligero y su tez de nácar se envolvían en una toalla azul, una jofaina tenía agua caliente para su rostro y en la esquina reposaba una alcuza con aceite de benjuí y vetiver para aromatizar su piel. Su habitación estaba totalmente sola, las enredaderas que se asomaban al marco de la ventana de madera eran semejantes a guirnaldas que se confundían entre las finas rejas de metal. Al fondo del lugar, erecto sobre el suelo un biombo delicado daba un aire oriental al recinto. Una gran cama antigua ubicada en el centro estaba cubierta por un acolchado de satín en tono rosa, y sobre el mismo descansaba un vestido de seda. Un espejo adornaba otra de las paredes, acompañado por una cómoda y un cofre afiligranado sobre él, que escondía pequeños tesoros que tan solo para ella tenían significado.

Vistió su figura desnuda, ató las cintas de su corpiño, cepilló sus rizos de ébano, maquilló sus pómulos y ajustó una cadena a su cuello. Esa mañana la casa se encontraba más silenciosa de lo común. Bajó por la escalera balaustrada hasta la sala, donde la soledad acompañaba al clavicordio de su padre, la madera guardaba el eco de la voz de su madre. Descalzó sus pies para caminar a través del piso helado, siguió por el pasillo principal hacia el jardín. Le gustaba pasar las horas en el viejo columpio que colgaba de un nogal sembrado en la mitad de aquel pequeño paraíso. Lo único que la separaba de la realidad de concreto era una hermosa obra de mampostería, formas incrustadas que con un toque de imaginación permitían recrear historias impensables.

El prado esmeralda se veía suave y húmedo, así que se recostó en él para ver las gruesas nubes del cielo que jugaban viajando de oriente a occidente, veía también el gran recinto que habitaba: la fachada estaba adornada por un ejército de columnas desvaídas y engalanadas por astrágalos de mármol. Era una casa de arquitectura jónica, ya que en lo alto se observaban algunos dentículos y un mascarón demasiado particular. La hierba era cómoda y las begonias daban magia al lugar, sus párpados escondieron las grandes pupilas de mar que le permitían despertar. En la oscuridad, una lumbre dio paso a la memoria, el tiempo empezó a dar pasos largos hacia atrás, las imágenes se dibujaron al relinchar de los caballos que movían la calesa donde iba con una mujer de piel aporcelanada. El aire agitaba su cabello, notó que estaba recogido en dos trenzas, sus manos eran realmente pequeñas y llevaba un vestido de princesa, tal vez era un recuerdo de hacía mucho tiempo, pero no sabía a ciencia cierta dónde estaba.

El sendero era cercado por un vasto cultivo de mies, la tarde empezaba a bostezar hermosos colores violetas al firmamento. Ella seguía mirando a la mujer que le producía gracia con cada mohín que hacía. Solo fue cuestión de segundos para que una corriente helada le recorriera cada fibra de su piel, era imposible, ¿hacía tanto no veía a su madre para no saber quién era? Con el pasar de los minutos reconoció el lugar, recorrían una de las haciendas de su padre, lo supo por los numerosos acantos que cubrían la entrada de la casa quinta. Al llegar, el calesero se bajó del pescante y ofreció ayuda a la esbelta dama. Su mano estaba cubierta por un guante lila que hacía juego con su traje y llevaba un aro de oro alrededor de su muñeca izquierda. Cuando fue el momento de que ella bajara del carruaje, su madre extendió sus brazos, la tomó por la cintura, abrazó su cuerpecillo y besó su cabeza ¿Hacía cuanto no sentía el calor de sus labios?

La puerta de roble fue abierta por una de las fámulas, caminaron hacia el interior de la mansión observando el sublime arreglo claveteado que decoraba la mesa del comedor. Las sillas tenían cojines vino tinto con apliques dorados, unos candelabros iluminaban suavemente, mientras al otro lado un viejo tocadiscos enamoraba los oídos de los habitantes con la melodía que salía de su interior. Se dirigieron a la sala donde su padre las esperaba sentado en una mullida poltrona, desde su llegada, la pequeña notó en el rostro de su progenitor un gesto reticente.

La noche, que ya había tomado posesión del reloj, se vería iluminada por una gran celebración, habría jícaras llenas de chocolate, frituras de malanga, pastelillos y otros tantos manjares. La música sería interpretada por un conjunto de serpentón, salterio y una trompeta con una graciosa sordina plateada. La casa estaba copada de personajes, muchas personas importantes visitaban el lugar y disfrutaban de la amena reunión. La pequeña percibió que su padre estaba lejano, pensativo y el malgenio dormía en su ceño. Aunque la música se seguía tocando, los anfitriones no se divertían, el ambiente era tenso, algo sucedía entre ambos pero ella no entendía, tan solo intentaba disfrutar del baile, las sonrisas y de los juegos que compartía con los niños que asistían. Con el paso de las horas la distancia entre ellos aumentaba.

La chiquilla salió al balcón, su rostro fue acariciado por el susurro de la brisa, la luna blanca protagonizaba el toldo índigo y las estrellas parecían pequeños botoncitos plateados en lo alto. Por más que intentaba no encontraba vestigios de lo que sucedía, al parecer era un recuerdo que concebía por primera vez. A lo lejos, entre el laberinto de frondosos arbustos vio unas siluetas y escuchó voces, una de ellas era la de su padre y la otra pertenecía a una mujer desconocida, inesperadamente por sus mejillas rojizas rodaron un par de lágrimas. El tiempo volvió a retroceder, las cosas se aclaraban y comprendía la situación de sus progenitores. Si, había alguien más entre ellos, alguien que había debilitado el querer de su madre y que sin misericordia había quebrado su alma. ¿Era esa mujer que le había quitado el amor de su padre?

La mujer le reclamaba, gritaba y caminaba de lado a lado, la desesperación e ira era notable, él la tomó de la cintura, besó sus labios y habló a su oído, le pidió que se tranquilizara, que pronto estarían juntos. Ella sacó de su bolso algo envuelto en una tela negra, le dijo que sería suficiente para cumplir su cometido, que si no lo hacía la perdería a ella. La pequeña sintió un golpe en su pequeño corazón, sabía que si su padre no perdía a esa mujer, ellas lo perderían a él. Era un final incierto, no sabía en que terminarían las cosas, solo le bastaba esperar a que su fantasía continuara. Las sombras se perdieron en la oscuridad y ella volvió adentro. La música seguía, las parejas danzaban, la comida dejaba ver la prosperidad de la familia, todo estaba bien hasta donde se podía percibir.

Las horas seguían pasando, la gente empezó a salir de la casa, la tristeza se sentó en un rincón e instauró el sentimiento en el pecho de la pequeña que se hallaba sobre las piernas de su madre, no estaban solas, la servidumbre caminaba en silencio y los músicos habían dejado de tocar. Pronto se abrió la puerta, su padre se transformaba de un ser magnánimo a un monstruo. Vociferó, empezó a golpear los muebles, el miedo la consumió, así que corrió hacia una de las tantas habitaciones para esconderse. El hombre agarró a su madre por los hombros, sacudió su cuerpo, bofeteó su rostro. Gotas de sangre empezaron a rodar por sus manos y ella tan solo lloraba, no era la primera vez que la maltrataba; él solía llegar con algunos tragos y desquitarse con ella por problemas que sucedían afuera. Pero esa noche, esa noche el motivo era diferente. Sacó del bolsillo de su chaqueta un trozo de gamuza que ocultaba algo, dejó caer la tela y agarró el arma corto punzante. Empujó la mujer hacía una de las paredes y sin pensarlo, apuñaló su torso. La empuñadura de oro se tiñó de carmesí mientras el cuerpo sin vida se desplomaba en el suelo de madera. El líquido escarlata se dispersó y humedeció la alfombra a lo largo de la antecámara. Ese hombre ya no era su padre, le temía más que a otra cosa. Más que a las largas noches en vela donde no recibía el abrigo de nadie, más que llorar a solas, más que a la misma muerte… Le temía a él, a ese hombre a quien pensaba deberle la vida. Tras el escandaloso momento, se oyó una fuerte carcajada, la mujer de voz desconocida entró, esbozó una sonrisa malvada en sus labios y simplemente dijo –Escogiste bien-.

Su padre pidió a todos los sirvientes que se fueran de la casa, que ya no los necesitaría mas, recogió el cadáver por sí mismo y lo arrastró a lo largo del Hall hasta las afueras de la mansión. El cuidado con el cuerpo era mínimo, por el piso iban quedando partes del traje de ella, joyas y entre estas, el aro dorado que la pequeña había denotado en la calesa. Al caerse de su mano, la niña se acercó y lo tomó, lo puso en una de sus muñecas y volvió a su escondite. No sabía que esperar, la angustia la inundó, ya no era desconocida la muerte de su ser más amado, era claro, su progenitor la había matado.

Sintió unos golpecitos en la cara, estaba aún sobre el prado de su jardín, ¿Había sido un sueño o un verdadero recuerdo? Era su papá quien la despertaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas, golpeó el pecho de él para apartarlo de ella, sus labios parecían sellados, solo quería correr, desaparecer, no volverlo a ver. Pensó que lo mejor era hacer maletas y buscar un nuevo rumbo, fue así como subió a su habitación, sacó algunos zapatos y ropa. Tras ella iba él, su rostro se llenó de furia y empezó a llamarla loca. En ese momento, se descubrió de su cobardía y le dijo –Tú la mataste, lo vi todo- El hombre se detuvo, abrió sus grandes ojos cafés y con la respiración entrecortada le dijo –Ya está muerta, ¿Qué vas a hacer?, no te puedes ir de aquí, no te irás, no te lo permitiré- No tenia mas escapatoria que aceptar lo que él decía, estaba acorralada ¿O tal vez no?

Divisó su balconcillo a unos cuantos metros, caminó hacía el. Se vio a sí misma, sin nada, sin nadie, desvalida, perdida. Abrazó sus sueños, sus deseos… Había solo una cosa diferente en ella, en su muñeca izquierda llevaba la ajorca que había recogido de su madre ¿Habría sido tan real el recuerdo? Acto seguido, dio la espalda a su padre, vio lo infinito que era el cielo, lo cerca y lejos que estaba de la eternidad, ella estaba destrozada, pero guardaba algo de cariño en su interior, zafó la manilla de tan precioso metal, se acercó a su progenitor, besó su frente y le dijo –decidiste amar a otra y desde que lo hiciste, te olvidaste de mi, morí para ti… hoy moriré para mí- Puso la joya sobre las palmas de él, se dirigió al barandal, cerró sus ojos y se dejó caer al vacío de su desconsuelo.

Daniela Alejandra González Caicedo
Mohín: Gesto
Calesa: Carruaje
Jícara: Taza para el chocolate
Jofaina: Vasija que sirve para lavarse cara y manos
Alcuza: Vasija que contiene aceite
Ajorca: Manilla
Reticente: Reacio
Desvaídas: Descoloridas
Fámula: Sirvienta

domingo, 6 de marzo de 2011

Promesas

Prométeme que un día
volveremos a caminar juntos,
Prométeme que no me tendrás rencor.

Prométeme que no olvidarás,
pero si perdonarás mis errores
al darme una oportunidad

Prométeme que me hablarás,
que no nos quedaremos sumidos en el silencio,
cobardes, solos y extrañándonos

Yo te prometo cambiar
en lo que te he decepcionado

Yo te prometo ser quien te abrace
y te de ánimo

Yo te prometo ser tu amiga,
hermana y confidente

Yo te prometo, cumplir con esta
y las demás promesas...

Yo te lo prometo y tú
¿Me lo prometes?

viernes, 4 de marzo de 2011

Yo te digo...

Dibuja tu cuerpo
sobre mi piel,
con tus dedos suaves,
delicados y ligeros.

Siembra en mi cintura
tu beso,
para que cuando crezca
se enrede en mi espalda.

Imagina,
que tus lunares
forman constelaciones...
Al besarte,
besaría el mismo cielo.

Estiende tus brazos,
para que sean mi refugio.
y mirarme,
un día en la oscuridad
de tus pupilas
lograré perderme.

Abreme un espacio
en el laberinto de tu recuerdo,
déjame llevar mi pluma
para escribir una historia sin final,
donde nunca nos dejemos.

Perdoname...
Por amarte tanto.
En cuerpo y alma,
desde mis sueños y versos

***

Un día no escontraremos,
pisaremos el mismo camino
¿Cuándo?
Será tan incierto
como la primera vez

A caso

Tu mirada
se ha quebrado
en el juego
de los espejos.

Tus alas,
ya no resplandecen
y tu sonrisa,
ya no habita en mi.

A caso...
¿Eres incapaz de amar?
¿De besar los días?
¿De abrazar la vida?