domingo, 3 de abril de 2011

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Cuando levantó su mirada al cielo sintió que se le desmoronaban las nubes, se puso de pie, intentó correr... Huía de lo que era, de su tristeza. La desesperación carcomía sus entrañas, la desilusión le había roto el alma, la realidad le deshilaba en lo profundo de su corazón cada fibra de sus sentimientos. La noche empezó a despertar, todo se tiñó de ébano y él se sumergía en su propia oscuridad para no volver a salir, para quedarse allí. Todo era consecuencia de su comportamiento, embriagado de su culpa notó que se había convertido en lo que siempre había odiado: En un hombre frío, desagradecido y sin esperanza.